BARRIL DE
PÓLVORA
La miopía de la clase dirigente colombiana, no le ha
permitido ver que nuestro país se está convirtiendo en un barril de pólvora que
algún día puede hacer explosión con consecuencias imprevisibles, como ha ocurrido
en otras latitudes, y ha determinado el fin de inmorales dictaduras, con la
diferencia de que en Colombia la dictadura es democrática, -permítaseme la
expresión-, porque aquí la dictadura es de la clase dirigente corrupta sobre la
indigente, que solo es tenida en cuenta
para hacer demagogia. Dicho de otra manera, y en lenguaje popular, los
privilegiados están ahorrando centavos pero arriesgando pesos, por su
indiferencia hacia las necesidades de las clases populares. Solo recientemente,
los medios de comunicación, -muy seguramente por razones políticas-, vienen
registrando cómo la gente muere por inasistencia médica, pero todos sabemos que
ese es el pan de cada día del pueblo colombiano. Si algún medio de comunicación se diera a la
tarea de investigar con seriedad y presentar la verdad sobre los servicios de
salud que en Colombia ofrecen las famosas Empresas Prestadoras de Salud (E.P.S.)
y las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud (I.P.S.), -que ahora
abundan más que las droguerías-, el escándalo sería mayúsculo, pues la cifra de
personas que a diario mueren por falta de una oportuna y adecuada atención y
por mala práctica médica, es muy grande, pues no sólo fallecen a las puertas de las instituciones de salud,
que es lo visible. También muere gente por el pésimo servicio que reciben, en sus
viviendas, en las habitaciones y salas de cirugía de clínicas y hospitales de garaje, que como
flores silvestres surgieron por todo el territorio nacional, sólo que todos estos
horrores son disfrazados con explicaciones mentirosas, algo parecido a lo que
ocurría en aquella campaña que con oscuros propósitos adelantó el gobierno
anterior, que todos conocemos como
“falsos positivos.” Habrá muchos
profesionales de la medicina que querrán exculparse alegando que ellos también
son explotados, pero a ese lamento debemos responder que quien calla otorga, y que su silencio cómplice los convierte en
coautores de esa encubierta y bárbara masacre social que silenciosamente se
viene cumpliendo. Sabemos que los
médicos que trabajan para esas empresas encargadas de suministrar abundante
trabajo a las funerarias, tienen controlado el tiempo que dedican a cada
paciente, y solo en casos demasiado urgentes se les permite ordenar exámenes
como radiografías, ecografías, resonancias magnéticas, etc., etc., como debiera
hacerse, por ejemplo, con un paciente que con inusitada frecuencia se presenta
a urgencias acusando un dolor de cabeza insoportable y persistente, pero apenas,
en cada ocasión le formulan acetaminofén,
y lo devuelven para su casa a esperar que la enfermedad progrese, y alcance la
etapa de incurable. Y no queremos
mencionar todos los ejemplos que conocemos, porque nos haríamos interminables,
pero para dar una pincelada final al cuadro que intentamos presentar, debemos
hacer alusión al caso de una pobre y desconocida señora a quien le dejaron
olvidada una compresa en su vientre al practicarle una cesárea, y tuvo que
esperar diez (10) meses para que se la extrajeran, por lo cual perdió uno de sus
ovarios, y casi le cuesta la vida. En conclusión, podemos afirmar que en
nuestro País medicina no existe, pues,
como sabemos, ella comprende la
prevención, el diagnóstico y la curación de las enfermedades, y aquí ni
siquiera se llega al diagnóstico. (Publicado en LA OPINION, hoy 16 de noviembre de 2012)
Muy buena opinión,
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