MONOLOGO DE LA FELICIDAD


Hoy, muy temprano, decidí ser feliz con lo poco o mucho que la vida me dé, y afortunadamente tengo como hacerlo, porque después de haber vivido toda una vida, me conozco bien y sé que puedo hacerlo. Voy a gozar de saber que cada mañana sigo vivo, porque no he viajado al insondable mundo de lo eterno, y la mejor señal es que algo me duele cuando me despierto. Voy a disfrutar de la gente, con sus defectos y sus virtudes. Voy a gozar contemplando la inocencia de los niños y la ingenuidad de los abogados que pasamos toda la vida convencidos de que la justicia existe, la perseguimos hasta que nos jubilamos, y morimos sin encontrarla. Voy a complacerme sabiendo que existe gente buena que no se atreve a hacerle daño a nadie y me voy a olvidar de que existe la traición, la deslealtad, y el desamor. Voy a disfrutar de la naturaleza, me voy a emocionar, como cuando era niño, con el trino del ave que al ver salir el sol, vuela presurosa a buscar comida para sus polluelos. Voy a enternecerme con el hijo que mima a sus ancianos padres como aquellos lo hicieron con él cuando era un ser indefenso. Voy a extasiarme contemplando la maravilla de la vida, las mariposas, las nubes, los ángeles, los nomos, las flores, el ruido del silencio, el tiempo, la mujer, y hasta las virtudes teologales, aunque a veces me abandonan, como si fueran humanos inhumanos. Voy a agradecer y tratar de corresponderle a aquellas personas que me demuestran afecto, aprecio y amor, porque nadie a ello está obligado. Me voy a emocionar, hasta el llanto, escuchando las canciones que mi mamá cantaba, y volviendo a leer las poesías que coleccionaba en el Colegio, en una “pasta de argolla”, cuando estaba enamorado de Nelly. A propósito de poemas, pareciera pertinente, al momento, la forma como Francisco Luis Bernárdez termina una de sus inspiraciones: “Porque después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.”

Mañana, cuando pase por el puente Elías Mauricio Soto, sobre la Diagonal Santander, voy a botar al río todas mis penas, temores, frustraciones, decepciones, rencores y sentimientos de culpa, para que su cauce, ahora grande y crecido, se encargue de destruirlas sin hacerle daño a nadie. En fin, voy a deleitarme con las cosas más simples y elementales, sin dejarme envolver por ese torbellino de la vida, que a todos consume y aletarga, insensibilizando nuestros verdaderos sentidos, y empequeñeciendo nuestras almas. Quien tenga prisa por llegar primero, que pase adelante. Nosotros preferimos hacer la pausa en este constante caminar hacia la muerte, y deleitarnos con nuestro maravilloso entorno viendo, con pesar, cómo los insensibles toman ventaja y sin notarlo, se aprestan a caer en el vacío de sus almas atormentadas. Voy a pensar que la vida no ha pasado, y voy a convencerme de que no he perdido el juicio, tratando de buscarle sentido a esta vida de locos. Adelante humanidad, porque el tiempo no tiene reverso.

(Versión ampliada para LA OPINION. Publicada 19 de junio de 2011)

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