REFORMA A LA JUSTICIA, MAS DE LO MISMO

La repugnante  mangüala en que terminó convertida la Reforma a la Justicia, es el mejor ejemplo del desprecio que nuestros dirigentes políticos sienten por sus electores, a quienes miran como los bastardos de la familia colombiana, frente a ellos que se creen los depositarios naturales del poder, y por lo mismo  con autoridad para hacer impunemente lo que les venga en gana. Recientemente, ya habíamos comprobado cómo los congresistas se creen parte de una clase superior, y están convencidos de que los votos obtenidos  para acceder a sus cargos de representación popular les conceden licencia para incumplir las mas elementales normas de decencia y buen comportamiento, como abstenerse de conducir en estado de embriaguez o someterse a la prueba de alcoholemia, -y hasta califican de “bollo” a las clases populares-, amen de que los autorizan para cometer toda clase de delitos, que por ser ellos sus autores merecen un tratamiento especial,  no obstante ser cometidos con todo el cálculo y el refinamiento propio de los más experimentados delincuentes. El sainete que hemos presenciado en el que el propio autor y conductor de la reforma, el ejecutivo nacional, y los beneficiarios de la misma, la rama legislativa y la judicial, luego del escándalo promovido por los medios de comunicación, que sirvió para destapar todas las porquerías acordadas en beneficio de todos ellos, salieron a descalificarla y a exculparse, todos a una, comenzando por el presidente de la República, y algunos de ellos, con una inocencia rayana con el ridículo, alegaron en su favor que no habían leído el texto completo de la reforma, como lo hizo el presidente de la Cámara.

Sirva este caso para relievar que engendros como este y comportamientos contrarios al interés general son pan de cada día también en las asambleas y los concejos, donde, ya es “vox pópuli” no se aprueba ninguna iniciativa del ejecutivo si los integrantes de la mayoría no reciben sus correspondientes contraprestaciones, de manera especial cuando los actos administrativos a aprobarse tienen que ver con el gasto público, como acaba de ocurrir, según se ha filtrado,  con el acuerdo municipal para la tramitación de un crédito destinado a aliviar el enorme deterioro de la malla vial de la ciudad, que según se comenta en los mentideros políticos, ya estaría aprobado sin objeciones de ninguna clase y, por el contrario, con grandes elogios por parte del Concejo, si el alcalde hubiera accedido a conceder el regalo que algunos honorables concejales exigían, folleto en mano. Aunque no me consta, porque no hago parte ni del ejecutivo municipal ni del Concejo, todas las objeciones de tipo técnico surgieron porque al alcalde le pareció muy alta la exigencia. Averígüelo, Vargas.

En contra de toda esta corruptela, propongo realizar una protesta efectiva: En las elecciones para congreso, asambleas departamentales, y concejos municipales, votemos en blanco a ver si logramos sacudirnos una buena parte de esa fauna voraz que tenemos instalada en cada una de esas corporaciones.         

(Publicado en LA OPINION. Martes 26 de Junio de 2012)

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