LA JUSTICIA COJEA, PERO NO LLEGA
Tanto han cambiado
los tiempos, que ya ni siquiera se cumplen los viejos adagios, como aquel que
con esperanza recitaban nuestros abuelos: “La
justicia cojea, pero llega”, para significar que, así fuera tarde, algún
día la justicia caía con todo su peso sobre quien había cometido un delito. Lamentablemente,
la corrupción que se ha apoderado del Estado Colombiano, de la que no se
sustrae ninguna de las tres ramas del poder público, ya no permite que la
justicia llegue, ni temprano, ni tarde. Penosamente, debemos afirmar que en
contra de lo que consagra nuestra Constitución, el Estado Colombiano ni es
social ni es de derecho, pues nadie se preocupa por la inmensa mayoría de
marginados, y lo que impera no es el derecho, sino es el Dios dinero, que todo lo puede y todo lo consigue. Por
virtud de este cáncer social, los fiscales, los jueces, los magistrados los
contralores, los procuradores, en fin, todos aquellos encargados de vigilar y
juzgar la conducta de los funcionarios públicos se vuelven ciegos y sordos, en
razón de consideraciones completamente divorciadas del ordenamiento jurídico,
el que juraron respetar y hacer cumplir cuando tomaron posesión de sus cargos. Son
notorios y numerosos los casos de personajes de esta comarca que luego de
acceder a un cargo público, en un período de tres o cuatro años, cambiaron un
modesto apartamento en un estrato 3, por lujosísimas mansiones en exclusivas
urbanizaciones, costosos vehículos, grandes extensiones de tierra, apartamentos
en Miami, Cartagena, España, Ruitoque,
etc., y gordas cuentas en dólares, sin
que ese hecho despierte la menor sospecha en los encargados de perseguir,
oficiosamente, los delitos de peculado, cohecho, prevaricato, enriquecimiento ilícito,
interés indebido en la contratación, la celebración de contratos sin los
requisitos de ley, etc., etc.
Es un hecho notorio
que los dueños del poder y la riqueza ponen y quitan jueces, magistrados,
procuradores, congresistas, alcaldes y hasta presidentes, quienes en desempeño
de sus cargos no se atreven a actuar en contra de los intereses de sus
patrocinadores y obsequiosos compadres. Se sabe de magistrados y otros
funcionarios que frecuentan la casa de oscuros personajes de la ciudad, que siempre se los ve en sus
parrandas y francachelas, animadas por famosas orquestas o destacados
intérpretes del vallenato, y hasta han recibido de ellos vehículos y otros costosos
regalos, pero a la hora de conocer
procesos en los que están involucrados sus bienhechores, guardan silencio sobre
sus vínculos de amistad y dependencia, para fallar, obviamente a su favor, con vergonzosas teorías que
harían sonrojar hasta un leguleyo, sin olvidar que últimamente se habla del
cartel de las pensiones de Ecopetrol, con sede en Cúcuta.
A propósito de la
coja que no llega, en el próximo mes de julio, se van a cumplir dos años de la
muerte absurda de JEAN ALBERTO QUINTERO,
a manos de sicarios, y todavía la fiscalía continúa inmersa en una
“investigación exhaustiva”, sin que hasta el momento haya podido establecer
(nada se sabe) quiénes fueron los autores materiales, ni el autor intelectual de ese crimen, historia que
se repite en los numerosos homicidios que a diario ocurren en la ciudad, en
medio de los reconocimientos y las condecoraciones a los oficiales de turno de
la Policía Nacional.
Adenda: La ciudad
en manos de traquetos, extorsionistas y sicarios, y la Policía persiguiendo
vendedores, ambulantes, homosexuales y
prostitutas. Vaya, vaya.
(Publicado en LA OPINION. Martes 27 de marzo de 2012)
(Publicado en LA OPINION. Martes 27 de marzo de 2012)
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