MÁNDEME UN OFICIO

Por experiencia, sabemos que esta socorrida expresión en labios de cualquier servidor público, casi siempre indica que no tiene suficiente preparación para tomar una decisión, es decir, no sabe qué hacer, o que no está dispuesto a colaborar con el ciudadano que acude a pedir un servicio.
El caso es que en el Aeropuerto CAMILO DAZA, en medio de cámaras de seguridad que sospechamos no funcionan, y la indiferencia de los funcionarios de la Aeronáutica, están hurtando los teléfonos portátiles a los desprevenidos pasajeros mientras esperan la entrega de sus maletas, es decir, en el área donde sólo están los empleados de la aeronáutica, los de la Dian, y los agentes encargados de la “seguridad”.
Le acaba de ocurrir a la hija de un amigo, cuando regresaba de pasar unos días en Bogotá, a quien le sustrajeron el BlackBerry de su bolso, mientras se agachó a recoger su maleta de la banda transportadora. Quienes acompañaban a la viajante, se dirigieron de inmediato a uno de los agentes de la Policía que se encontraba en el lugar, lo enteraron del asunto y le preguntaron por las cámaras de seguridad, pero no recibieron ninguna colaboración, con la sospechosa excusa de que las cámaras estaban en otro lugar. Cuando mi amigo me comentó el incidente le aconsejé que se acercara a las oficinas de la Aerocivil, donde había gente seria y colaboradora, y pidiera que le permitieran examinar el video de las cámaras de seguridad, para ver si allí podía encontrar algún indicio, porque estaba seguro de que en el recinto donde se reclaman las maletas estaban instaladas unas cámaras.
Ayer, mi amigo me llamó furioso para reclamarme, diciéndome que no fuera inocente, que en la Aerocivil, como en casi todas las oficinas públicas de este País, nadie trabaja ni se interesa por quienes requieren algún servicio. Es más, bajando la voz me dijo: “Yo sospecho que la banda está por dentro.” Le pregunté que de dónde sacaba todas esa conclusiones, a lo que me contestó con esta narración: “Mire, fui al Aeropuerto y me sugirieron que hablara con la teniente encargada de la seguridad. La teniente, una morena como del Chocó, en tono casi amenazante se limitó a decirme que la actitud del agente de la policía le parecía normal, porque el nada podía haber hecho, y me indicó que fuera a la oficina de seguridad de la Aeronáutica, señalando con el índice una oficina que queda en el mismo primer piso donde se hace el “check in”. Casi corriendo, para evitar que la teniente me fuera a arrestar por irrespeto a la autoridad, me dirigí a esa oficina, donde una robustica secretaria me dijo que ese día nada se podía hacer, porque llegaba el señor Presidente y que el Jefe de Seguridad estaba muy ocupado trazando planes y estrategias de seguridad. Que mejor fuera al día siguiente, sábado por la mañana. Al día siguiente, -continúa su relato mi amigo-, tan pronto me vio llegar la referida secretaria, me dijo que el Jefe de Seguridad me atendería en un momento, porque estaba muy ocupado. En las varias oportunidades en que la secretaria entraba y salía de la oficina a la que se había dirigido para anunciarme, apenas se veía a un funcionario de uniforme jugando solitario en un computador, por lo que sospeché que era el secretario de la secretaria. Luego de pasada más de media hora de espera, el funcionario que jugaba solitario salió a la recepción y sin hacerme seguir a la oficina, me despachó diciéndome que él apenas era el Coordinador de Seguridad y que la única que tenía acceso a los videos era la Directora de Seguridad, porque esos documentos son secretos. Que como la doctora por ahora estaba en Bogotá, el lunes le trajera un oficio para ver si ella ordenaba que se revisaran los videos.”
En ese momento, mi amigo me notificó que cancelaba mi amistad y la búsqueda del BlackBerry de su hija. En medio de la pena ajena que sentía, apenas atiné a recordar el artículo 74 de la Constitución que yo creía estaba vigente:
“Todas las personas tienen derecho a acceder a los documentos públicos salvo los casos que establezca la ley.”
(Publicado en el Diario La Opinión. Miércoles 23 de febrero 2011)

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