ALIENÍGENAS EN CUCUTA


Hoy viernes 8 de octubre, amanecí convencido de que teníamos alienígenas en la ciudad, con capacidad para desintegrar la materia. Ni más ni menos. El caso es patético. En la noche de ayer, casi sin dejar huella, desaparecieron un árbol en la avenida Los Libertadores, al frente del Conjunto Cerrado Torres del Parque, posiblemente, -pensé para mí-, con el fin de estudiar la estructura molecular de la materia terrestre. En vista de ello, duré casi una hora tratando de hacer contacto telepático con ellos, -sin encontrar respuesta a mis mensajes-, en los que les manifestaba que estaba dispuesto a viajar al espacio sideral, para no saber más de este País de traquetos, de paramilitares, de presidentes bandidos, y de magistrados sospechosamente imparciales. Claro que la emoción del encuentro con lo desconocido me duró solo pocas horas, porque un vecino, de esos que abundan en nuestra ciudad, a los que basta comunicarles un secreto para que en pocas horas lo sepa una persona de cada familia, madrugó a contarme con mucho sigilo, mirando a cada momento a todos lados para comprobar que no era escuchado por nadie más, ni existían micrófonos espías, la escena de la que había sido testigo desde la ventana de su apartamento durante la noche anterior: Un carro moderno y costoso, de color blanco, conducido por un adolescente en estado de embriaguez, pasada la media noche, debido al exceso de velocidad al que conducía “el carro de papi”, derribó el árbol y su vehículo quedó estacionado encima de él, por supuesto completamente destrozado e inservible. Providencialmente, ninguno de los jóvenes y jovencitas, que lo acompañaban sufrió lesiones, pero el estruendo despertó a todos los vecinos, quienes salieron a las ventanas de sus apartamentos para ver cómo era el cráter que había dejado la bomba cuyo estruendo había sacudido los edificios cercanos. Prontamente se hicieron presentes varios agentes de la Policía y detrás de ellos los preocupados familiares de los menores accidentados, y cuando –cuenta mi vecino-, “todos nos aprestábamos a ver cómo es que se practica un examen de alcoholemia y se retiene a los infractores,”, les tocó presenciar la escena más deprimente y desalentadora que pueda originar la seguridad democrática: luego de unos minutos de negociación, en los que los familiares “convencieron” a los agentes del orden de que todo había sido sin culpa, entre todos, valga decir, los familiares, los aventureros motorizados y los mismos agentes, recogieron las partes del automotor que habían quedado desperdigadas en un área de por lo menos veinte metros, desaparecieron el árbol, y hasta barrieron los escombros menores. Naturalmente, el carro del siniestro, que acusaba pérdida total, fue trasladado por los propios familiares hasta un lugar seguro, fuera del alcance de las autoridades.

A partir del conocimiento que tengo sobre los juicios e hipótesis que en sus ágiles y suspicaces mentes conciben nuestros altos oficiales sobre los casos de policía que a diario llenan páginas en Q’Hubo, no dudo que en la “relación” del próximo fin de semana van a destacar el caso como ejemplo de colaboración, orden y pulcritud por parte del personal de la Policía. Nos preocupa que el jovencito del caso, sintiendo ahora que cuenta con el respaldo alcahueta de sus familiares, y la complicidad venal de las autoridades, en su próxima lunada acabe con otro carro y de paso con varias vidas humanas.

(Publicado en LA OPINION. Miércoles 20 de Octubre de 2010)

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