CUCUTA, LA OTRORA CIUDAD AMABLE DE CALLES AMPLIAS, RECTAS Y BIEN SOMBREADAS
No hay aspecto de una administración que más deteriore la imagen del mandatario que la falta de autoridad. Miren no más, que hasta cuando las autoridades judiciales decidieron intervenir en la vida del exalcalde Ramiro Suárez, la gente se le oía contenta hablar del progreso de la ciudad y de las ejecutorias y arbitrariedades del alcalde, no obstante reconocer que no creían que fuera un santo, pero a modo de consuelo exclamaban: “Aquí todos vienen a robar; si este también roba, por lo menos está haciendo cosas positivas por la ciudad”. Sin lugar a dudas, por fuerza de la costumbre (mala costumbre, por cierto), la gente del común prefiere un gobernante que utilice su autoridad para tomar decisiones y realizar acciones en beneficio general, así se quede con parte de los recursos del Estado, o aproveche para recibir gratificaciones de parte de quienes se ven favorecidos con los necesarios contratos públicos, y no un badulaque sin carácter.
Los Cucuteños somos conscientes de que al comienzo de su administración, la Dra. María Eugenia Riascos tuvo una férrea oposición por parte del Consejo Municipal, lo que nos explicamos por su falta de experiencia política y su ingenuidad, al creer que podía adelantar una buena administración sin contar con el Consejo y esa fue su primera equivocación. Fue así como durante su primer año de gobierno quedó maniatada, al retirarle el Consejo una serie de autorizaciones que en materia de contratación había expedido a favor del Alcalde anterior, a quien muy pocos estaban dispuestos a contrariar, conocedores de sus muy poco ortodoxas maneras de resolver los conflictos.
Sin embargo, y sin entrar a examinar si la situación política ha cambiado para la Dr. María Eugenia, hay cosas que se pueden realizar en beneficio general, y para las cuales sólo basta tener iniciativa, voluntad y decisión, y que tocan con aspectos bien sensibles para la comunidad, como son la seguridad, el espacio público, la movilidad, la contaminación acústica, y el principio de autoridad, entendido éste como la correcta y adecuada utilización de las facultades o poderes que la ley le entrega a cada servidor púbico para el desempeño de sus funciones. Queremos decir que no hace falta ninguna autorización del Consejo Municipal, ni grandes partidas presupuestales, para poner orden en el tránsito de la ciudad; hacer respetar el espacio público; facilitar el desplazamiento ciudadano por las vías de la ciudad: hacer respetar la tranquilidad ciudadana, procurando un ambiente libre de contaminación por ruido, y para ejercer con apego a la ley la autoridad que el Estado ha puesto en sus manos para el cabal cumplimiento de sus funciones.
En materia de tránsito automotor, es ostensible que en nuestra ciudad cada cual hace lo que le viene en gana, comenzando por los propios servidores públicos, quienes olvidan que son los más obligados a observar una conducta ejemplar, como quiera que en cada uno ellos se encarna la autoridad, la que es de suponerse en manos de personas sensatas, justas y respetables. En este aspecto el caos es total. Nadie respeta el sentido de circulación de las vías, ni las prohibiciones de estacionamiento, ni los límites de velocidad, y mucho menos los semáforos. Los conductores de motos transitan sin placas, lo hacen por las aceras, saltan los separadores, van en contravía, obstaculizan el tránsito de las demás clases de automotores y estacionan en las aceras, obligando a los peatones a transitar por las calzadas, exponiéndose al riesgo de sufrir un accidente, y por si fuera poco rayan y rompen los demás automotores, sin consideración ni cuidado alguno, para luego huir aprovechando su fácil y rápido desplazamiento en el congestionado tránsito local. En cuanto al respeto por el espacio público, o mejor, el irrespeto por el espacio público haría falta una clasificación más allá de lo peor para describirla adecuadamente. Al parecer el concepto generalizado, y que habría que cambiar con efectivas medidas de policía, es que, como es público, todo el mundo cree tener derecho de aprovecharlo y explotarlo en su particular beneficio, en una especie de ley de la selva, donde el primero en el tiempo es amo y señor, y la arbitrariedad, la fuerza y el abuso se convierten en fuente del derecho, trocando en canon ilusorio el principio de primacía del interés general.
Con relación a la seguridad, la alcaldesa tiene ahora la ventaja de que cuenta con Policía local y metropolitana, que, muy seguramente, ya debe estar muy cerca de recuperar para esa institución el imperio de la fuerza que había pasado a manos de irregulares que hoy se dicen desmovilizados, pero que, inexplicablemente, continúan ejerciendo el terror en las goteras de Cúcuta.
Señora Alcaldesa: Si no puede hacer grandes y vistosas obras, por falta de presupuesto y por el alto nivel de endeudamiento del municipio, pase a la historia como la mandataria que puso orden en la casa, y enseñó a los cucuteños a convivir en un ambiente de mutuo respeto, y con un alto sentido de civismo. Por favor, ejerza la autoridad. No permita que la ciudad continúe al garete.
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