EL FIN DE LA GUERRILLLA...?

Las narraciones que sobre su cautiverio han hecho los recién liberados, han servido para ratificar que por fuerte que sea la represión y el acoso militar, la guerrilla se diezma, se repliega, y pierde presencia en el panorama nacional, -con la consecuente impresión de seguridad que su escaso accionar causa en la población-, pero no se acaba. Daba testimonio uno de los políticos liberados, de que la guerrilla, con todo su desprestigio político, permanentemente renueva sus filas con jóvenes acosados por la pobreza, la miseria, el desempleo, la explotación y la falta de oportunidades , factores que se han hecho más críticos durante este gobierno, en el que llama la atención el aumento desmesurado que han registrado las utilidades de los banqueros, las que, como se acaba de conocer, ya no se cuentan en millones sino en billones de pesos, mientras en el presupuesto oficial se reducen las asignaciones para la educación, la vivienda y la salud, con el propósito de dedicar un inmenso volumen de los recursos del Estado a la tarea de derrotar militarmente a la guerrilla, misión que ya hemos visto resulta imposible, por lo que acabamos de anotar, y adicionalmente, por algo que narró otro de los liberados: “los guerrilleros salen espantados cuando ven el ejército”. Obvio, amables lectores: la táctica de la guerra de guerrillas aprendida de los marxistas-leninistas es ejecutar asaltos aprovechando el factor sorpresa, y huir, sin dar batalla frontal.

El macarthismo imperante, no concede opción a ninguna alternativa distinta de la política guerrerista en boga, que hace ver a un cómplice del terrorismo en todo aquel que se muestra partidario de un diálogo de paz, el que, automáticamente, es calificado de enemigo de la patria. Últimamente, en medio de la irritada paranoia que padecen los partidarios de la “seguridad democrática”, el Jefe de Estado ha tenido la osadía de calificar de “ala intelectual de la guerrilla” al grupo de ciudadanos que, con ánimo sereno y realista, propugna por un acuerdo humanitario y un diálogo de paz, pasando por alto que, con la misma lógica que él aplica, a cualquiera podría ocurrírsele afirmar que el Jefe del Estado y la cúpula de su gobierno constituyen el ala intelectual de los para-militares, al verificar que, curiosamente, casi todo el alto gobierno está integrado por personas que tienen motivos personales para odiar la guerrilla. Dios nos guarde de pensar así.

Si al final de este gobierno hemos aprendido la lección, los colombianos debiéramos elegir a quien proponga uno cuyo propósito sea arrebatarle las banderas políticas a la guerrilla, combatiendo la injusticia social; recuperando la confianza en la justicia; devolviéndole a ésta su independencia, despolitizándola; suministrando educación, salud y vivienda a las clases menos favorecidas, es decir, un gobierno cuyo propósito general sea adoptar toda clase de medidas encaminadas a conseguir que los pobres sean menos pobres y los ricos menos ricos, lo que se puede conseguir sin necesidad de perseguir ni de expropiar a los poseedores de la riqueza, pues se nos antoja que suficiente sería, por un lado, practicando una sana política de redistribución del ingreso y, por otro, planteando una participación del trabajador en la plusvalía que él contribuye a producir, para que el estado social de derecho que pregona la Constitución Nacional tenga cabal aplicación, y se restablezcan valores como el pluralismo, la dignidad humana, el respeto por el trabajo, la solidaridad, y la prevalencia del interés general . Sólo de esta manera, la fuerza de trabajo dejará de ser una mercancía que se compra y se vende de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda.

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